La Paz, de las montañas al cielo








Hay un lugar en las montañas
donde se vive con amor y paz
en el que estás cerca del cielo...

Lian Ross






Ése es el sentimiento que despierta La Paz en todas las personas que la visitan por primera vez y quedan maravilladas por una ciudad enclavada entre montañas y donde sienten que están muy cerquita al cielo.

La Paz es el centro político del país y a 3.600 metros de altitud, la ciudad ofrece una infinidad de atractivos turísticos. En ella el visitante puede encontrar cosas inimaginables como la esencia y el ajayu (alma) de una ciudad indomable y llena de contrastes. Una ciudad con casas e iglesias que datan del siglo XVI hasta modernos edificios. Una ciudad con una gastronomía gourmet que marca tendencia en el mundo hasta comida callejera, con los famosos “agachaditos”.

La Paz no es fácil de tratar, llegar a ella es llegar al cielo y sentir que se tocan las nubes con las manos.

Serpenteantes, angostas y empinadas calles caracterizan a esta hoyada, rodeada de inmensas montañas, con casas naranjas que cuelgan de las cimas y cientos de ríos que la cruzan.

El ñeq’e de la ciudad se refleja en la energía de su gente. Cuna de la libertad y tumba de tiranos, La Paz orgullosa ostenta que fue el primer gobierno libre de América y que desde esta parte del continente, el indígena Tupac Katari advirtió a los españoles “volveré y seremos millones”. 

Petardos, dinamitas, vivas y muertes, gasificaciones, gente que marcha, bocinas de los autos o congestiones vehiculares se entremezclan con bandas de guerra juveniles, desfiles escolares, bailarines que recorren las calles al ritmo de matracas o cascabeles al son de una morenada o un caporal interpretados por gigantes bandas de música folklórica en los tradicionales “prestes” o entradas folklóricas que expresan el espíritu festivo de la gente.

Las calles son otro desafío para los visitantes; p’ajpacus, frutas, comida, juguetes, ropa, electrodomésticos y más tendrá al alcance de sus manos a cada paso que dé y, sin ir muy lejos, hasta podrá hacer turismo en una cárcel  que acoge desde niños hasta abuelos, desde ladrones hasta asesinos, desde consumidores hasta grandes narcotraficantes.

Sólo en una ciudad como La Paz el visitante se encuentra animales educando a la gente, cebras y burros enseñando a conductores y peatones a respetar al prójimo; el valle de la luna a solo quince minutos del centro de la ciudad o, en las noches, sentir las estrella a los pies, dando la sensación de estar en el cielo.

La belleza de la ciudad no sólo está en su accidentada topografía sino en su gente, caracterizada en la chola paceña, mujer de vestimenta singular ataviada con polleras, enaguas, mantas de colores, sombrero borsalino y joyas de miles de dólares.


La Paz cada día es un desafío, no solo para los visitantes sino para sus habitantes; es una ciudad sorprendente por lo que te ofrece y porque nunca sabes qué esperar de ella. 

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